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D.E.P José Ángel Domínguez (1951-2021)

Vicepresidente segundo de la APC entre 2013 y 2019, José Ángel nació el 17 de julio de 1951 en Bilbao. Estudió bachillerato en el colegio Gaztelueta y continuó su formación académica y de postgrado en la Universidad de Navarra (licenciado en Derecho, 1974). Ejerció en un despacho y fue completando su preparación con el programa de Alta Dirección del Instituto Internacional San Telmo de Sevilla, con el programa de Experto en Relaciones Industriales por la Universidad de Alcalá de Henares, y con su especialización en Comunicación a través de estudios y prácticas en empresa.

Después de trabajar durante tres décadas en Renault (comunicación, relaciones institucionales y recursos humanos) se dedicó, a través de diversas iniciativas, a aumentar la calidad de la comunicación entre las personas, las instituciones y las empresas.

Como él mismo dejó escrito, “la sociedad se juega mucho en la estrategia de comunicación. Por eso he podido contribuir al diseño de estrategias de comunicación para empresas e instituciones nacionales e internacionales; asesorar a líderes y actuar como consultor de organizaciones empresariales”.

En APC le recordamos por tantas facetas sobresalientes de su personalidad, esa que apreciábamos como hábil, brillante y afectuoso director de coloquios.

En la foto, José Ángel en 2010 con el director de comunicación de Renault España, Jesús Presa, en uno de los Almuerzos-coloquio de la APC.

D.E.P


José Ángel Domínguez Calatayud (1951-2021)
La elegante moderación

El concurrido y animado auditorio de los Almuerzos-coloquio de la Asociación para el Progreso de la Comunicación (APC) siempre estaba expectante a que José Ángel tomara la palabra. En los encuentros para comunicadores de esta asociación, de la que él fue mi vicepresidente, yo debía cederle el uso de la palabra para que presentara al protagonista o moderara el coloquio con distinguidos invitados como, por citar solo a periodistas, Antonio Burgos, Álvaro Ybarra, Ignacio Camacho, Carlos Herrera, Mercedes de Pablo, Jesús Quintero, Nani Carvajal, Ignacio Escolar, el siempre recordado Manolo Ramírez, Pilar Urbano, Antonio Yélamo, José Antonio Carrizosa, Diego Suárez, Francisco Rosell, Juan Carlos Blanco…

José Ángel tenía un trato humano exquisito. Su afabilidad conquistaba a todos. Persona abierta siempre, presto a ayudar, hasta de chófer, en lo que hiciera falta. Recibí muchas lecciones de él. En sus conversaciones dejaba elegante constancia de su fe, sin avasallar, proponiendo y nunca imponiendo, dialogando, sabiendo escuchar, sabiendo hablar y sabiendo callar.

Escribir ahora del querido José Ángel desde un solo prisma podría ser un reduccionismo injusto para con tan rica personalidad pero, bien pensado, un buen moderador como él atesoraba múltiples cualidades.

Él era un inteligente moderador. Su don de palabra era efecto de su clarividente inteligencia, porque el verbo claro es propio de las mentes claras. Tenía la habilidad intelectual de proponer temas de discusión como un crupier que reparte cartas para un juego de mesa; y una capacidad de resumir opiniones y ordenar conclusiones digna de un experto archivista de ideas.

Era un afable moderador. “Debería haber grabado la presentación que me has hecho: en 20 años de función pública nadie me ha retratado tan exactamente como tú… ¡e incluso me has sacado favorecido!”. Un invitado a nuestros encuentros correspondió así a su presentación, y bien pudo decir lo mismo cualquier otro, porque José Ángel tenía la persistente costumbre de dejar siempre en buen lugar a los demás.

Era un bienhumorado moderador. No ofendía a nadie, se reía de sí mismo, era original, distendía los debates con humor blanco, y la cocción de la gracia le salía siempre en su punto, el nivel ideal para derretir la grasa de ciertos cortes que, sin desearlo, todo moderador tiene que propinar alguna vez.

Era un moderador moderado. “De Bilbao y estudiante de leyes, solía decir en broma, yo voy por derecho”. Y es que la claridad no está reñida con la moderación: a la claridad lo que se le opone es la oscuridad, y a la moderación el exceso. Por eso trataba de ser claro y justo, y por eso llevaba en el corazón el lema de su Gaztelueta querido: “Sea nuestro sí, sí; sea nuestro no, no”.

Era un moderador forjado. Con su preparación jurídica comenzó en un despacho. También se formó en el Instituto Internacional San Telmo. Se hizo experto en Relaciones Industriales. Se especializó en comunicación. Sirvió muchos años a su querida Renault en las áreas de comunicación, relaciones institucionales o recursos humanos, y atesoraba mil anécdotas que tanto gustaba contar. Ayudó en múltiples causas educativas y culturales porque le gustaba servir, que en el fondo era su profunda motivación de inequívoca y confesada raíz cristiana.

Era un moderador elegante: la palabra precisa, el ademán correcto, la indumentaria apropiada, la sonrisa oportuna, el consejo acertado, la afabilidad conveniente, el trato adecuado. Todo tenía sentido en su elegancia, incluido el natural aire despistado que le hacía tan distraído de sí y, por eso, tan simpático.

José Ángel era, en fin, el moderador ideal. Curiosamente, la idea-fuente que inspira el último post de su blog se titula “Un esfuerzo de todos para aunar”. Justo lo que debe hacer y pedir un moderador.

Hay personas que dejan huella en la vida. Y José Ángel Domínguez Calatayud es una de ellas. Vivió con elegancia una vida que, como él creía, no acaba en este mundo. En esa otra vida descansa ya en la paz del Señor, en quien creyó profundamente.

Ricardo Ríos Pérez
Presidente de honor de la APC
Publicado en ABC de Sevilla el martes 26 de enero de 2021

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