Pedro Tabernero, una biblioteca del Paraíso

Dicen de él que es un editor de «voz abacial», nacido en Sevilla, ciudad en la que los editores, desde el siglo XVI, florecieron tanto que no había libro importante que no se imprimiera en ella. Pero nada más cruzar el umbral de su casa sevillana, junto al Archivo de Indias, el Alcázar y la Catedral, percibe uno que la palabra editar, en su uso común, no agota la sustancia de su esfuerzo y de su personalidad.

 

Pedro Tabernero (1951) estudió Químicas y anticipó los estudios y las primeras obras prácticas sobre medio ambiente (energía eólica, primeras instalaciones de molinos en Tarifa y estudio de localizaciones futuras) y desarrollo sostenible en España cuando nadie elucubraba sobre cambio climático y, mucho menos, lo ligaba a la acción humana.

 

En una entrevista hace tres años en El Mundo confesaba que su big bang creativo y editorial fue fruto de una colisión o fusión entre una gripe infantil y un cómic repetido. Leyó uno y troceó el otro en viñetas que luego combinó formando otro objeto diferente, un álbum de cromos que podía sustentar narraciones varias.

 

60 años después persiste aquella primera vocación, con más de 400 libros editados, con medio mundo, tal vez más, recorrido y con una gran cantidad de escritores selectos. La relación de autores de sus textos es muy larga e incluyen desde Jorge Luis Borges a Juan Ramón Jiménez pasando por Luis Cernuda y cientos más. Por poner un ejemplo, su Relato del Nuevo Mundo sobre la Conquista de la Nueva España, uno de los 25 que se editaron en 1992, fue compuesto por el mismísimo Antonio Domínguez Ortiz.

 

Entre sus ilustradores los hay de gran reconocimiento como Julio Caro Baroja, que le cedió sus dibujos, exhausto tras su insistencia, Mingote, Eduardo Arroyo, José María Fernández Bielsa o Antonio Hernández Palacios entre centenares de artistas que es imposible mencionar aquí pero que pueden conocerse en su web al indagar en cada uno de los libros. Otros son artistas descubiertos a sí mismos por el propio editor en calles de ciudades y rincones de creación.

 

Pedro Tabernero es un mago de la coordinación y la combinación, capaz de crear libros que nadie habría vislumbrado. Es decir, no es un comprador de derechos de autor que luego edita un libro al uso. Es un explorador que descubre temas, que elige autores de textos y que desvela talentos, algunos muy preciosos, para ilustrar lo que finalmente resulta ser un libro concebido como obra de arte, como objeto valioso en sí mismo en el que el valor supera al precio.

 

Ahora mismo está decidiendo cómo van a ser sus próximos estrenos. Uno será sobre el Poema del Cante Jondo, de Federico García Lorca, todo un reto por cuanto será difícil hallar la textura original tras tanto manoseo. He visto lo que podría ser la portada, una invitación a la guitarra que me pareció situada entre el cubismo y el impresionismo. Las ilustraciones, parte esencial de todas sus creaciones, son de una calidad minuciosa y brillante.

 

Además, prepara la inminente edición de un libro sobre Walt Whitman, una selección de Hojas de hierba, su Canto a mí mismo, ese canto liberal casi salvaje, urbano e industrial, que seguirá al ya publicado en la colección Un gozo en mi pozo, Juan Ramón Jiménez. Espacio y el arriba citado de Lorca, que se incluirá en la misma colección.

 

Acaba de poner a la venta los ejemplares de la Colección Open Spaces sobre la India, en el que han colaborado el periodista José María Arenzana y el polifacético Gonzalo García Pelayo. Pero, como dice él mismo, una vez que la creación está servida, es pasado y el pasado ya no le interesa tanto como el futuro.

 

Tiene planeado, si la salud lo respeta como así parece por su aspecto físico a los 70 años, dar a luz más de cien libros nuevos, a una media de diez libros por año, casi un libro al mes. También espera no equivocarse y conseguir que ninguno de sus libros sea un best-seller, reafirmando así que sus ideaciones no pretenden satisfacer el gusto de las mayorías artificiales de los mercados aunque, después de muerto, nunca lo sabrá.

 

Lo que los hace objetos de valor único es su origen, la libertad, y su insumisión ante el poder del dinero y las supuestas masas. No se trata, claro está, de perder dinero, pero tampoco de sacrificar la idea primordial a su tiranía. ¿Cómo si no impulsar, fíjense, un libro que versa sobre las alas de las mariposas y otras alas, en la Colección Osimbo, travesura que cuenta a media tarde en su sillón de orejeras mientras fuma a gusto un puro negro como un pecado y bebemos un coñac popular de Jerez, del de antes, cuando ni siquiera se llamaba brandy?.

 

Otras colecciones muestran que, cada vez más, la libertad del editor ha ido imponiéndose a los encargos oficiales o privados en los que, a pesar de que «el que paga exige», logró mantener la entereza y dignidad creativas. Tomen nota de sus denominaciones: El hombre que… (colección juvenil), El Torero y el Mito, Fechas mágicas, Naipes, Open Spaces, Osimbo, Osinvito, Pequeña biblioteca de la droga, Poetas y Ciudades, Qué dulce brutalidad o Relatos del desertor del presidio. Son ejemplos. Las demás colecciones y sus libros pueden encontrarse aquí.

 

Los libros normales se leen y, tal vez, incluyen alguna ilustración o se diseñan con algunas más. Su destino habitual suele ser una estantería donde descansan en paz tras ser leídos. Los libros que erige Tabernero, además de leerse, se contemplan, se releen, se disfrutan desde la admiración, actitud que procede de la curiosidad de Tabernero, que fue la que los llevó a nacer, y que los convierte en maravillas que sugieren aspectos diferentes una y otra vez.

 

Uno de estos libros prodigiosos estará dedicado muy próximamente al Real Madrid, intención que muestra cómo es de libre su determinación editorial desde una ciudad como Sevilla. Será un álbum de cromos, el primer intento universal de imagen abstracta, oiga, don Florentino, y tal vez, eso conjeturamos juntos, prologado por Federico Jiménez Losantos. La razón tiene que ver con un tributo gozoso a su propia infancia, cuando, como muchos otros niños de entonces, tenían al «merengue» como su equipo nacional de referencia. Eran, éramos, «del Madrid», el de las primeras cinco copas de Europa, algunas vistas con asombro por Eurovisión.

 

Los niños de entonces componíamos álbumes con los cromos o estampas que se vendían en los quioscos. Venían en sobres cerrados y en ellos se imprimía la figura de nuestros futbolistas preferidos del equipo blanco o de otros. Luego los pegábamos con harina y agua, más tarde con Pegamento Imedio o cola. Con los sobrantes o repetidos se organizaba un mercado libre de compra, venta y trueque. Una evocación así enlazada con ilustraciones abstractas, promete ser, más que una sorpresa, una inauguración.

Como fue una rememoración de su propio trabajo a lo largo de 50 años la edición de los dos libros titulados Tras la imagen, amparados en el Instituto Cervantes. El primero, presentado en Nueva York, ilumina la trayectoria de Pedro Tabernero hasta 2006 y fue editado por la Diputación Provincial de Cuenca y King Juan Carlos I of Spain Center New York University. El segundo, en Chicago y obra de su Grupo Pandora, hace lo propio desde ese momento hasta 2018. Pronto hará falta el tercer libro de ésta más que relevante colección que alberga miles de imágenes y referencias onomásticas.

 

En Tras la imagen 2 – el primero está agotado – el poeta, colaborador y amigo suyo, Javier Salvago, guionista de lujo de Jesús Quintero, «El loco de la colina», trenza para él esta ristra de interpretaciones: «Elegante francotirador», «cada libro suyo nace de un sueño», «es un osado en su trabajo», «pone a trabajar a los demás en sus sueños», «quién no sale o no ha salido en un proyecto de Pedro Tabernero, no existe», especialista en «libros insólitos y únicos», «artesano cosmopolita», «amante de la ciencia y la belleza», es «como un director de orquesta» de escritores e ilustradores, «fuera de las modas», «para él todas las artes (y técnicas) están interconectadas»… Todo revelador. Todo esencial.

 

El propio Tabernero admite haber sido inspirado por unos versos de Leonard Cohen, al que dedicó uno de sus libros, Song by drawings – Homenaje a Leonard Cohen (2011):

 

«Como un pájaro sobre el alambre,
como un borracho en un coro de medianoche,
he intentado, a mi manera, ser libre

 

Libre incluso en su resistencia ante el poder del ordenador.

 

«Prácticamente todo está hecho a mano. No hay más huellas de ordenador que la imprescindible en el trabajo final de preparación para la imprenta. Aun reconociendo la enorme ayuda de la creación y generación electrónica de imágenes, he prescindido de ella. No se trata de cerrar los ojos al futuro porque tampoco creo que el futuro sea la creación mediante ordenadores. Se trata de una apuesta personal por un cuidado y viejo oficio que da sus mejores y más bellos frutos con la creación directa del artista sobre el papel».

 

Editor a contracorriente, han dicho otros de él. Bueno, pero de otros ríos, que no del suyo. ¿Cómo es posible que un tipo así no esté recogido en las relaciones que algunos desinhibidos poco fiables hacen de los mejores editores de España? He consultado varias y en ninguna aparece. Ni siquiera es mencionado el Grupo Pandora, su entidad editorial, en las listas más atrevidas. Tampoco en los inventarios de editores inventarios de editores elaborados por presuntos expertos. Ni en los índices de editores independientes.

 

No es que le importe mucho porque la vida le ha ido conduciendo a un cierto nivel de descreimiento. Si antes, cuando dependía más de los encargos ajenos como fue el caso de la Sociedad Estatal del V Centenario el Descubrimiento de América, la Expo 92, a la que aportó nada menos que la orientación precisa para la mascota Curro o la Caja de Ahorros San Fernando de Sevilla, entre otras, había que ser algo prudente. Ahora, desde hace una década en la que sus libros dependen exclusivamente de sus ahorros, la heterodoxia se ha apoderado de su comportamiento. No está pendiente, ni quiere, de las audiencias y de las modas vigentes.

 

«Voy por delante de lo que se hace. Nadie ha ilustrado a Luis de Góngora. Yo lo acabo de hacer (2). Nadie lo hizo con Rilke. Yo lo he hecho.» Anhela hacer una edición del Quijote de Cervantes. Pero lucha contra el tiempo. «Es que es muy corto esto de la vida. Yo he llegado a los 70 años sin darme cuenta. Yo podría tener ahora 30 o 40, pero el tiempo….Sigo con mi programa de hacer 8 o 10 libros al año y eso me da mucha vida…»

 

Falta le hace para resistir el «poder de las sinergias de grupos editoriales», define, que hacen que no pueda tener grandes tiradas ni recurrir a grandes distribuidoras. Pero tras su rostro despierto, el pelo canoso y la mirada aguda, hay alguien. «Yo sé quién soy», decía nuestro ingenioso hidalgo. Pedro Tabernero siempre ha sabido ser quien quería ser y es. Y desde hace años, puede serlo con libertad absoluta porque ha colocado su biblioteca en el Paraíso. Todo se andará.

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