II Jornada de Contar el Terror

Esta semana se ha celebrado la II Jornada de contar el terror en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra. La jornada, organizada por la Facultad, la Fundación Víctimas del Terrorismo y  el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, con el apoyo del Gobierno de Navarra, se ha centrado en los relatos en primera persona.

 

Durante los dos días de la jornada han pasado por la Facultad ponentes expertos en terrorismo, académicos, periodistas y corresponsales y víctimas. Han compartido con los alumnos y el público general sus vivencias y sus perspectivas sobre la importancia de escuchar a las víctimas y de incluir los relatos de los victimarios en el enfoque global.

 

Se abordó el terrorismo desde diferentes perspectivas geográficas y también desde diferentes ritmos de contar. Terrorismo y guerrillas en América Latina, ISIS, terrorismo de ETA… de la mano de corresponsales, documentalistas y académicos.

 

Hacer hablar a las víctimas

Uno de los temas más recurrentes entre los ponentes fue la función del periodista a la hora de narrar el terror y el papel casi terapéutico de poner sobre el papel los sucesos.

 

De acuerdo con Sara Buesa, hija del dirigente socialista asesinado por ETA Fernando Buesa, “a veces siento que se mete mucha presión a las víctimas y siento que hay otros agentes importantes, como periodistas”. Una idea similar fue introducida por el escritor Joseba Eceolaza,  al decir que “contar y escuchar puede sustituir a lo que ha ocurrido”, ya que el conocimiento es “la antesala de la empatía”. Por otro lado, Buesa afirma que existen diferentes razones por las que merece la pena contar la experiencia de una víctima, pero las principales son que de esa forma se sigue “manteniendo vivo su legado” y que la voz de la víctima “tiene un poder compasivo”. Jesús J. Hernández, periodista de El Correo, considera que “se trata de un proceso complicado para la víctima y es necesario acompañarla en el proceso”.

 

Además del valor del relato, también se abordaron los diferentes modos de contar una misma experiencia. De acuerdo con el filósofo especialista en educación y memoria después de Auschwitz Manuel Reyes Mate, este debate surgió el día en que liberaron los campos de concentración, y se dividieron entre los que creían que había que contar todo “a palo seco, sin añadir nada” y los que creían que era necesario “recurrir a lo artístico para contar la experiencia, no los hechos”. José Manuel Sánchez Riera, que fue el único superviviente del atentado contra los ocho agentes del Centro Nacional de Inteligencia en Irak, afirma que es esencial respetar los límites de las víctimas: “Si con el relato de la víctima no es suficiente hay que buscar otros recursos”, puesto que son ellas “las que ponen los límites”. Fátima Lianes, directora  de la serie Los ocho de Irak, considera que es necesario buscar “formas creativas” de representar el dolor de las víctimas, además de que otros elementos como “no poner distancia entre el creador y la víctima”, ser capaz de generar una relación entre “seres humanos” y compartir “momentos y vivencias” de manera bidireccional. Lianes antes de empezar una historia se plantea el porqué y el para qué, y con qué fuentes puede contar: “La verdad tiene aristas  a la hora de hacer un documental hay que tener muchas versiones en cuenta”.

 

El punto de vista de los perpetradores, a examen

También se abordó el debate moral que supone entrevistar a los perpetradores y los beneficios que esto tiene para construir un relato global del terror. Según explica Reyes Mate, “es imposible construir un nuevo tiempo sin contar con ellos”, pero a su vez defiende que “sus testimonios solo pueden aparecer en un enfoque que se dedique a criticar el discurso general del victimario”. De acuerdo con el académico Jerónimo Ríos, que ha entrevistado a un gran número de terroristas y miembros de disidencias armadas de América Latina, “las entrevistas a terroristas permiten dar luz a esa zona de grises oscuros”. Para Jon Sistiaga, periodista con experiencia en lugares de conflicto tales como Ruanda, Irak o Afganistán, “se debería desterrar lo de blanquear a alguien: si tienes la suerte de que alguien ‘malo’ se ponga delante, tienes la obligación de preguntar”. Para él los periodistas son “una especie de notario de lo que está ocurriendo”. Para Pilar Cebrián, corresponsal en Turquía  de Atresmedia con una amplia trayectoria en países de Oriente Medio, es muy importante que el periodista deje a un lado los estereotipos: “Por eso tenemos que dar voz a la otra parte. El deber del periodista es hacer las preguntas adecuadas y todo periodista está obligado a eso con personas que están en el límite.”. Misma idea que aporta Gaizka Fernández Soldevilla, responsable de investigación  del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, al afirmar que “conocer es la mejor forma de evitar que se repita lo que pasó. Para eso hay que entrevistar a los grupos terroristas”.

 

La última idea recogida reside en una conclusión: la construcción de una comunidad basada en la memoria colectiva para evitar que la violencia política pueda volver a ocurrir en el futuro. Para Reyes Mate, la memoria “no es un sentimiento” sino que “es conocimiento”, “lo que nos permite conocer la verdad de los hechos”. Para Joseba Eceolaza, “la violencia no solo embrutece a quien la ejerce”, sino “también a quien la defiende”, porque piensa que además de la memoria es necesario la creación de una “comunidad de memoria”. Reyes Mate considera que se debe construir una comunidad basada en el nunca más y en la asunción de responsabilidades, ya que si no se hace “se tenderá a repetir lo que ha ocurrido”.

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