Nuria Sánchez-Gey convierte su tesis doctoral en un libro sobre el sector audiovisual

Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla, se doctoró en Comunicación con una tesis que es el germen del libro que acaba de publicar, Historia y estructura de la producción audiovisual, editado por el sello Pirámide. Da clases en el Centro San Isidoro, adscrito a la Universidad Pablo de Olavide. Y este es su segundo libro, tras un reportaje novelado sobre la vida de un hombre con una enfermedad renal que se tituló Oficio de héroe.

 

«Nunca he dejado la Universidad. Después de muchos años de periodista, llegó un momento en el que decidí que quería dedicarme a la docencia. Hice una tesis doctoral muy diversa, pero me di cuenta de que hay una parte que está muy poco investigada, la del audiovisual andaluz. Cuando buscaba información, todo lo que encontraba eran artículos de prensa, con sus limitaciones, tendencias e intereses. Quería buscar algo equilibrado y científico, y de eso había muy poco, a pesar de que tenemos facultades de Comunicación en Sevilla y en Málaga», explica Sánchez-Gey sobre el origen de su libro.

 

Empezó a indagar y se dio cuenta de que no muchos querían hablar sobre el sector. «Te das cuenta de que no quieren hablar porque al final todo es un entresijo. Y yo en ese momento estaba trabajando en una productora. Me decían que era muy valiente, yo creo que más bien fui un poco kamikaze, porque igual tengo que volver al micro e iba a contar cosas que a mucha gente no le iba a gustar».

 

A falta de referencias escritas, su punto de partida fueron las fuentes orales. Buscó a informantes claves que fueran muy diversos. Encontró a 23, todos ellos de nivel, catedráticos, expertos en estructura, miembros de consejos de administración de empresas del sector, ex trabajadores que montaron Canal Sur y se fueron, trabajadores en la actualidad y también representantes de distintos partidos políticos vinculados al mundo audiovisual. «Hubo quien me dio la entrevista y después se negó a participar, porque estaba dentro y le podía perjudicar. Mi mayor miedo era que no quedara equilibrado».

 

La tesis obtuvo el cum laude y se convirtió en un libro, modificada ya hasta convertirse en una historia de la televisión, de «cómo empezó Canal Sur y cómo se copió el modelo de Televisión Española, relacionado con los nuevos modelos de Antena 3 y Telecinco». Al final, cómo no, aparecían «las famosas patas negras», muchas de ellas trabajadores de Canal Sur que montaron productoras y se hacían con todos los contratos. Y así siguen, por mucho que haya cambiado el gobierno de la Junta.

 

«Cuando se montó Canal Sur, no había productoras que hicieran programas para llenar toda la parrilla. Se montaron esas productoras y Canal Sur contrató sus productos durante años, sin hablar de calidad ni nada parecido. Los periodistas de dentro vieron que llevaban años haciendo productos de escaso valor y muchos se salieron», explica la profesora.

 

Y con el paso del tiempo, la RTVA ha experimentado algo parecido al síndrome de Lampedusa. Ha intentado cambiarlo todo para que todo siguiera igual. Al llegar la crisis de 2008 se apostó por productos más baratos, pero finalmente los hacían las mismas productoras porque eran las únicas capaces de elaborarlos. Y tampoco ha cambiado demasiado con la llegada del PP y Ciudadanos a la Junta.

 

«¿Qué queremos de Canal Sur?», se pregunta Sánchez-Gey. «Hay un duopolio en España entre Atresmedia y Mediaset que se reparten gran parte del pastel. Y por otro lado está la fuerza de plataformas como Netflix. Tenemos que plantearnos que Canal Sur debe hacer algo distinto, aunque la programación sea más pequeña. Hay que distinguirse», apunta la autora del libro, que opina que la pérdida de Canal Sur 2 supuso una merma importante de calidad y variedad en la oferta televisiva andaluza.

 

Defiende la televisión pública andaluza como algo fundamental. «Se habla mucho del dinero que cuesta Canal Sur y no paramos de oír constantemente que hay que eliminarlo. Nunca un medio de comunicación debe desaparecer, ni siquiera el más incendiario. Las televisiones públicas tienen un papel y una obligación que no tienen las privadas. En cuanto al dinero que cuesta, si estamos hablando de 30 euros por ciudadano, ¿con eso qué vamos a hacer? Si estamos pagando Netflix y no nos quejamos…». Y el papel de Canal Sur como vertebrador de la comunidad es, para ella, indudable.

 

«Quiero una televisión pública en la que haya programas de inmigrantes, o de mujeres, que no esté todo marcado por la Audiencia. Y quiero que informe de deportes minoritarios. O de qué pasa de verdad en el fútbol y no de que Messi se ha cambiado de peinado», apunta. Hay una necesidad de profesionalizar la televisión pública, que haya más profesionales contratados por su valía que por cuestiones políticas, «y que eso se regule por el Parlamento». «Y que la cuota de pantalla atienda a criterios periodísticos, y no por la representación que tiene cada partido. El referente es la BBC u otras televisiones europeas, que si hacen un documental o un programa de entretenimiento, son los mejores».

 

Para ello haría falta valentía para hacer ajustes y adaptar la RTVA a los tiempos actuales, que no sea un mastodonte con una cantidad enorme de empleados pero que luego buena parte de la programación las hagan productoras que pagan sueldos muy bajos a sus trabajadores, cuando en realidad están cediendo ilegalmente personal a Canal Sur. «No puede ser que profesionales andaluces de gran valía se nos vayan a Madrid. Quiero un Canal Sur que no deje escapar a Roberto Leal. O a José Yélamo».

 

Se hablaría así en andaluz en la televisión andaluza, que nació cuando aún no había facultades de Comunicación en Andalucía y contó con muchos trabajadores de otros lugares de España, muchos de ellos ya con edad avanzada. «Pero, claro, para todo esto hace falta valentía política y hacer cuentas a largo plazo, no a cuatro años como hacen los políticos. La vida periodística ha cambiado, y ahora a lo mejor hacen falta cinco personas para un trabajo en el que antes eran necesarias diez. He asistido a reuniones del Sindicato de Periodistas en las que, mientras la gente de las empresas privadas se enfrentaba a despidos, los de Canal Sur exponían problemas como que no se cumplía la distancia desde la silla al ordenador. Los entiendo y me parece bien que reivindiquen, pero esa no es la realidad».

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